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Querido Chilito...

Martes 2 de diciembre de 2008, por Cronopio


Hola puh « Chilito »:

Como seguramente ya te enteraste que en mi “posteo de ayer” expliqué por qué creía que la vida me había “predestinado” a ser como la Josephine Baker, - j’ai deux amours, mon pays et Paris [1] , cantaba ella- me apresuro a escribirte porque, claro, una cosa es que uno se entienda bien con “otra” (Francia por ejemplo) y otra es que uno decida-quiera-necesite-pueda irse a vivir lejos de tí. Así es que sin esperar que nuestro niño-simbolo exija una explicación, hela aquí.

Vivo a 11650 kilómetros de tí, en esta ciudad a la que llegué una primera vez porque no me quedó otra (1975) y una segunda vez porque estaba convencido de que sí me quedaba otra (2003). Que, pese a mis « avanzados » 55 años, me quedaba más de una posibilidad de construir algo que se pareciera a darle a la vida más sentido que el que pude encontrarle contigo, en mi segunda residencia en la tierra de mis raíces, de mi familia y de buena parte de mi historia.

(JPG) Te habrás dado cuenta querido “Chilito” [2] , que no me sale espontáneamente decir mi país o mi patria. A estas alturas del campeonato, no sé dónde está agazapada la misteriosa razón que me impide hacerlo con soltura y, sobre todo, con sinceridad. Esa que yo creo indispensable para que un “Te quiero” sea de veras un te quiero. Y no una más de todas aquellas frases hechas que Village, Paolo Coelho, Radio Horizonte y los Power Point nos ponen a mano para ayudarnos a hablar bonito pero sin decir lo que de verdad sentimos y pensamos.

Obviamente, yo a tí te quiero mucho. No sé por qué, pero es claro que – pese a todo- eres algo mayor en mi vida. Pero ya sabes que también quiero mucho a Francia, este país que me ha permitido ser y hacer muchas cosas que contigo nunca logré hacer.

Dado todo el cariño que igual te tengo, me siento obligado de agregar que no pretendo que ese desencuentro entre tú y yo sea fruto de tu sola responsabilidad y menos aun de tu sola “culpa” (¡qué asco de palabra!). Trato de no echarle la culpa al empedrado. Pienso más bien que nos "desencontramos", que buena parte de la historia de mi vida -antes y después del exilio que me alejo de tí una primera vez- hizo que contigo nunca me sintiera completamente en casa, legítimo, sujeto pleno, etc. Para decírtelo en chileno, me sentí a menudo como un allegado. Y la verdad es que vivir contigo teniendo esa sensación en el alma resulta francamente insoportable.

(JPG)

No sé cuan legítimo soy o no soy en Francia, pero resulta que, en primer lugar, nunca nadie me ha dicho nunca algo así como, “¿y usted qué hace aquí jovencito?” O, peor aún "¿de qué te las day?" cuando decido "innovar" en mi vida. Siento que en este lugar, salvo mis propias limitaciones y las naturales dificultades de la vida y de estos tiempos de crisis, nada me impide intentar avanzar hacia donde quiero avanzar. De ahí en más, como dicen ahora, los éxitos y los fracasos tienen que ver con el “hacer” bien o mal las cosas y no con el “ser”. Y no te equivoques querido, créeme si te digo que, desde muchos puntos de vista, la vida en Francia es mucho más dura incómoda que la que, teóricamente, podría tener contigo. De la que, al menos materialmente, tuve en los últimos 14 años que viví contigo. Esto no tiene nada que ver con la facilidad. Tiene que ver más bien con algún motor que se me apaga cuando estoy contigo.

Es claro que en mi historia personal y en la historia de mi familia, hay muchas razones de esas que explican que alguien pueda no sentirse sujeto pleno de un país como tú. Tú bien sabes que nada le gusta más a una cierta “shilenidad” que las gentes que saben « ponerse en su lugar ». Que tengas claro y asumas que si eres de « buena familia », lo serás para siempre. Poco importa que seas flojo, ladrón, inculto, pedófilo o imbécil. El apellido y la cuna te garantizan una suerte de subsidio vital que las páginas sociales y la farándula se encargarán de renovarte per seacula seaculorum. Obviamente si eres « picantón », te quedarás picantón para siempre, sean cuales fueren tus méritos y tus logros. Porque, en alguna parte de nuestro ADN nacional está demasiado metida la peor versión de aquello de que “aunque se vista de seda, la mona mona se queda”. Como me decía en Concepción, uno de los pobladores de la Agüita de la Perdiz a los que íbamos a “concientizar”: “No hay ná que haséle comparito. Los Riquelme serán siempre los Riquelme y los Poblete serán siempre los Poblete”. ¡Tremendo analista!

(JPG) Como tú bien sabes, yo fui uno de los tantos que en los años 60 y 70 creímos a fondo que todos debíamos ser iguales: en oportunidades, derechos, deberes...en todo. Alimentado con mamadera rica en evangelios y sentencias divinas, me creí firmemente aquello de que Dios nos había hecho a todos a su imagen y semejanza. Mas grandecito me sedujo la versión republicana. Esa que en su forma “universal” nació apenas 20 días antes que yo [3] y que sigue pretendiendo obstinadamente que “todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros ».

Por eso mismo, con muchos otros, creí que ya no bastaba con rezar y que, a golpes de compromiso, militancia y acciones populares unitarias había que “dentrar a picar”. Porque la desigualdad imperante no era, como pretendían algunos, “cosa de Dios”. Que era como las consecuencias de algún terremoto o de alguna inundación: una suerte de « daño colateral » de la historia que teníamos que reparar, que podíamos reparar y, sobre todo, que queríamos reparar. Que era en definitiva algo que se nos imponía desde fuera, no necesariamente algo que tuviéramos metido en el alma.

De repente tengo la sensación de que hay algo que no entendí bien. Parece que me perdí una parte de la película. En todo caso y como ya te dije más arriba, « me hago cargo » de que es muy probable que todo esto sea un puro problema mío.

Así es que tranquilo no más « Chilito ». Igual te quiero. Igual me importa que los sueños y esperanzas de los que siguen esperando no caigan en manos de un winner o de algún nuevo rico disfrazado de "emprendedor" de ésos que, por lo visto, "la llevan". Igual sigo creyendo que, como decía el que sabemos, algún día... más temprano que tarde...otros hombres...

P.-S.


- Como no te voy a dejar sin la canción nuestra de cada día, te invito a que escuches la canción de Josephine Baker de la que te hablé. Puedes escucharla y verla aquí. Si te interesa, el texto está aquí

Notas

[1] Tengo dos amores, mi país y París

[2] Alguna día me explicarás esta manía nacional de llamarte « Chilito ». Me suena demasiado a « pobrecito, no se le puede pedir más ». O peor aún, a « tome Luchito, llévele a sus niñitos estas salchichitas que sobraron del asado de anoche ».

[3] Me refiero obviamente a la Declaración Universal de los Derechos Humanos « Adoptada y proclamada por la Resolución de la Asamblea General 217 A (iii) del 10 de diciembre de 1948 ».

1 comentario

  • 5 de diciembre de 2008 17:38 , por Anita de Aguirre

    Qerido Eduardo: Me dejaste para adentro y muy reflexiva, para que te digo, a mí me pasa lo mismo que a usted. Un abrazo grande y espero verte el próximo año en Paris obviamente.

    Un beso Anita


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