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Apareció marzo...y el Pepe

Miércoles 10 de marzo de 2010


Hola mi chica.

Hoy recibí un mail del Pepe. No del tuyo, del otro, el Pepe Núñez.

(JPG)Para los que no lo conocen, José Victor Núñez, el Pepe, es un querido amigo con el que nos hemos venido "topando" de los tiempos gloriosos del Mapu y de la UP, cuando los terremotos eran todavía en blanco y negro. La vida nos juntó y separó varias veces -lo último que hicimos fue trabajar juntos en el Metro y luego en la Telefónica- pero siempre se ha mantenido vivo, creo yo, un fondo de cariño, de tibia nostalgia de hermosas aventuras compartidas tanto en lo político como en lo laboral y, aunque creo que nunca se lo he dicho, un permanente deseo de volver a toparnos para inventar, aunque sea a la distancia, algo que nos permita seguir en la pelea de "vivir como pensamos". No vaya a ser cosa que -la expresión es suya- terminemos "pensando como vivimos".

Volvió a aparecer el otro día en un mail "para la gente querida que le toca mirar desde la distancia" y contenía "unas reflexiones algo adoloridas". Pensador a menudo brillante, el Pepe necesitaba compartir la extraña coincidencia de los dos terremotos que han hecho que este año la aparición de marzo sea especialmente espeluznante.

En vísperas de...vale la pena compartirlo y pensarlo. En una de ésas...

Chile, paciente politraumatizado

El 17 de Enero 2010 el bloque político “Alianza por el Cambio” obtuvo el 51,6% de los 6.958.972 votos válidamente emitidos en el balotage presidencial, logrando que su candidato, Sebastián Piñera Echeñique se convirtiera en el primer político centroderechista que es electo Presidente después de 52 años. Esto fue considerado un verdadero terremoto político, considerando que la Presidenta en ejercicio mostraba las más altas cifras de respaldo ciudadano de los 20 años de gestión gubernamental de la Concertación de Partidos por la Democracia. Como quiera que sea, este hecho dejó al descubierto la profunda incapacidad del bloque gobernante para resolver sus problemas grandes y medianos – los menos – y sobre todo sus pequeñeces, mostrando a las claras que no merecía seguir gobernando un país más exigente.

En esta coalición de partidos auto definida “progresista”, que debe dejar el Gobierno el próximo 11 de Marzo, aún no se termina el proceso de análisis, autocríticas, críticas y de “pasadas de cuentas” por la derrota. Hay quienes afirman que esta derrota significa que nunca más la Concertación será lo que era y vaticinan profundos “reacomodos” en la política chilena.

Un mes y diez días más tarde, el 27 de Febrero, se produjo un terremoto grado 8,8 en la zona centro sur del país, provocando enormes destrozos y una gran cantidad de víctimas y damnificados, a casi 50 años después del de Valdivia, hablando de magnitudes comparables. Como consecuencia de este fenómeno, Concepción está desplazada 3 metros al Occidente de donde estaba situada hasta ese día y lo mismo ocurrió con otras ciudades (Santiago, por ejemplo, se movió 30 centímetros). Las distancias puede que no sean muy importantes, pero el hecho en sí lo es: Estas ciudades no estarán nunca más donde estuvieron.

(JPG)
"...cabe preguntarse si no estamos frente a otra manifestación de los resentimientos que necesariamente provoca una sociedad tan desigual como la nuestra."

Al igual que el terremoto político, éste también dejó al descubierto falencias conceptuales y prácticas en los mecanismos de respuesta frente a catástrofes que todos sabemos que ocurren en nuestro país cada cierto tiempo. Emergió con dramática nitidez todo lo que no se previó o simplemente no se hizo; también se desnudaron las incompetencias y excusas extemporáneas de los formalmente “responsables”. Las descoordinación para qué decir, aunque en situaciones de emergencia hay que ser más benevolente en esta materia.

Mientras aún se movia la tierra con las numerosas réplicas del evento telúrico, apareció un fenómeno socio cultural (casi diríamos un terremoto social) que terminó por espantar la conciencia del país en medio de la tragedia: grupos de personas saqueando y quemando locales comerciales y asaltando poblaciones y hogares, pero no se trataba de gente movida por necesidades urgentes, sino de verdaderos maleantes apropiándose de artefactos y mercaderías con evidentes propósitos de lucro o simplemente de robo, por lo que, luego de muchas vacilaciones de diverso origen, el gobierno se vio forzado a apelar a las fuerzas armadas. Hay que consignar que el 90% de estos saqueadores no tenían prontuario y, entonces, cabe preguntarse si no estamos frente a otra manifestación de los resentimientos que necesariamente provoca una sociedad tan desigual como la nuestra.

Tres terremotos en tan poco tiempo es mucho. Afortunadamente también surgen los antídotos: el vecino reaparece como figura relevante en las tareas de resguardo o salvataje, expresando tal vez un potencial germen de rearticulación comunitaria y la solidaridad, especialmente de muchísimos jóvenes, vuelve a manifestarse en plenitud, en forma de compañía, de abrazo y también de provisión de las ayudas materiales.

Dos anuncios de “nunca más”: las ciudades nunca más estarán donde estuvieron; la Concertación nunca más será la misma. Y la esperanza de que la emergencia de lo comunitario y de la solidaridad se abran paso decidido en el Chile que se avecina.


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