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Love me, please love me

Lunes 26 de febrero de 2007, por Cronopio


Releyendo los resultados de la reciente Encuesta Bicentenario, se me vino a la mente una cancion del francés Michel Polnaref, Love me please love me (quiéreme por favor), que te invito a escuchar mientras te explico.

Según dicha encuesta , un 82,2% de los chilenos, mis compatriotas, se siente orgulloso de "lo bueno y lo malo" de la historia de Chile. Un 74% cree que es el mejor país para vivir el América Latina y un 85% que, en materia laboral, hay que darle preferencia a los chilenos por sobre los inmigrantes.

Más allá del asombro que me provoca tanta autosatisfacción y dejando de lado la muy desagradable sensación de que este último tema -el de los inmigrantes- ha sido y es una de las principales banderas de lucha de todas las ultraderechas fascistoides y xenófobas del mundo, no deja de ser curioso un tal juicio en un país cuyo "Padre de la Patria" es el hijo de un inmigrante irlandés; cuya presidenta actual, al igual que el dictador que asesinó a su padre, tiene raíces francesas. Cuyos encargados actuales de las relaciones exteriores, Foxley y Van Klaveren, las tienen inglesas y holandesas. Igualmente inglés es Agustín Edwards, "capo" de una buena mitad de la mafia comunicacional chilena. Su competidor, el palestino Alvaro Saieh. Un país cuya vergonzosa farándula ha estado por años dominada por los Vodanovic, los Kreutzberger, las Bolocco y las Tomicic. Un país cuya mayoría de origen "castellano-vasca" parece creer que los únicos inmigrantes españoles son los "coños" de las panaderías o los dirigentes de la Unión Española. Para qué seguir!

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Batalla de Chacabuco, de José Tomas Vandorse: uno de los pocos testimonios de la participación de soldados negros en la Independencia de Chile. Hablando de raíces...

Es cierto que en la "casa Chile", ésa en la que desde 1541 convivimos por la razón o la fuerza mapuches, españoles, alemanes, yugoslavos, franchutes, bachichas, turcos, etc. , nos gusta que el gringuito se convierta rápidamente en chilenito. Si eso correspondiera de veras al tan manoseado "y verás como quieren en Chile", sería una pura maravilla. Después de todo no hay satisfacción mas grande para quien deja atrás su madre patria, que poder sentirse "como en casa" en la nueva tierra adoptada más o menos espontánea o voluntariamente. Algo sabemos de éso quienes nos hemos echado a volar.

El problema con la mirada sobre la inmigración que revela la encuesta de marras, es que pareciera que ser chileno o achilenarse implica demasiado a menudo o borrar las raíces o, cuando menos, dejarlas en un espacio íntimo donde solo entran otros "como uno". Para ello existen quizá esos espacios protegidos que son los estadios palestinos, croatas o españoles, los clubes peruanos y ecuatorianos, la Scuola italiana o el Stade français. Es claro que cuando nos hablan de inmigración, los "chilenos" raramente pensamos en nosotros mismos. Pensamos más bien en nana peruana, publicista o modelo argentina, médico cubano o comerciantes coreanos.

Para quienes miramos nuestro país desde lejos, resulta insólito, paradójico y hasta un poco patético constatar hasta qué punto el Chile del siglo XXI, ése que no para de hablar de abrirse al mundo y que firma contratos de libre comercio con quien se le pone por delante, sigue siendo igual de provinciano y autoreferente. Hasta qué punto vivimos al acecho de la menor señal sobre la imagen de Chile en el mundo y no perdemos oportunidad de proclamar que somos un ejemplo para él. Hasta qué punto estamos, en realidad, "necesitados de cariño".


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